lunes, 16 de abril de 2012

Medio pan y un libro

Alocución de Federico García Lorca al pueblo de Fuente Vaqueros (Granada, España) en septiembre de 1931:



"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

"Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
"No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

"Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

"¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia , alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

"Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz".

Y para finalizar: "Continuidad de los parques", de Julio Cortázar

Continuidad de los parques es un cuento del escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984) incluido en la primera parte de su libro Final del juego. Este cuento, que es un ejemplo del realismo mágico o realismo fantástico, invita al lector a introducirse en él.



"Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela."

(De "Final de juego" (1956), Julio Cortázar

)

jueves, 12 de abril de 2012

Y ya que estamos...

Seguimos disfrutando de los cuentos de Julio Cortázar:






Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj


Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

miércoles, 11 de abril de 2012

Para continuar...

Y con clara intención de sorprenderos. ¿Lo conseguiré?

En 1969, se publicó la obra de Julio Cortázar titulada Último Round. En ella está incluido el cuento La inmiscusión terrupta, escrito en glíglico, un lenguaje inventado por él

"Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le flamenca la cara de un rotundo mofo.Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolioque se lo ladea hasta el copo.
– ¡Asquerosa! – brama la señoraFifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de saténrosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea yconsigue marivorearle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por unmomento horadra el raire con sus abrocojantes bocinomias. Por segunda vez se learrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le hadesmunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, yasí pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media resma ycuatro peticuras de esas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso estánarremulgandose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que seinmoluye inclótumo entre las gladiofantas.
– ¡Payahás, payahás! – crona elelegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha terminado dehalar cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto ylas nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolanas que para qué.
– ¿Te das cuenta? – sinterrunge laseñora Fifa.
– ¡El muy cornaputo! – vociflama laTota.
Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian comosi no se hubieran estado polichantando más de cuatro cafotos en plenatetamancia; son así las tofitas y las fitotas, mejor es no terruptarlas porquete desmunen el persiglotio y se quedan tan plopas."




A continuación puedes ver un corto inspirado en el relato, una  propuesta de la directora coruñesa Sandra Rey:

martes, 10 de abril de 2012

Abriendo boca..

Faltan unos días para comenzar el cuarto y último bloque de Literatura, la narrativa hispanoamericana. Os dejo este texto de Julio Cortázar para ir abriendo boca:

"Toco tu boca
Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."


Escúchalo en la voz del mismo Cortázar:

 

"Insomnio", Dámaso Alonso

Tras ver la novela de posguerra,  me parece útil que os aproximéis,  aunque sea de esta forma tan intuitiva y somera, a la poesía existencial y social que coexiste con ella y comparte inquietudes y temas, como no podía ser de otra manera.

Con la sugerencia de la propuesta audiovisual, os propongo la lectura de "Insomnio", de Dámaso Alonso. El poema fue escrito en torno a 1940, en los momentos más duros de la postguerra española. Superviviente en Madrid, ciudad símbolo de la agonía de una población cercada por la destrucción, Dámaso Alonso, católico creyente, pregunta a su Dios por el sentido de tanta destrucción.


Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo 
en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, 

y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, 
o fluir blandamente la luz de la luna. 

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, 
ladrando como un perro enfurecido, 
fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. 

Y paso largas horas preguntándole a Dios, 
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, 

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, 

por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. 

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? 

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, 

las tristes azucenas letales de tus noches?

Visto en el blog El reino de Trapisonda.