martes, 9 de febrero de 2010

Intertextualidad en El cuarto de atrás

"¡Qué aglomeración de letreros, de fotografías, de cachivaches, de libros...!; libros que, para enredar más la cosa, guardan dentro fechas, papelitos, telegramas, dibujos, texto sobre texto: docenas de libros que podría abrir y volver a cerrar, y que luego quedarían descolocados, apilados uno sobre otro, proliferando como la mala yerba".


(MARTÍN GAITE, Carmen: El cuarto de atrás)


"El cuarto de atrás es un dispositivo intertextual continuo. En la conciencia de la protagonista, los fragmentos textuales de diversos discursos culturales son absorbidos, interiorizados y filtrados por el particular irracionalismo subjetivista de la misma, hasta el punto de que dichos fragmentos van operando progresivamente como nexos conjuntivos de la particular historia que se narra. Las canciones de Concha Piquer o las referencias a la literatura fantástica son algunos de los elementos que enhebran la trayectoria vital de la protagonista y, de paso, dotan de un sentido revitalizado a sus recuerdos, por no hablar de la estructura asimilada de las novelas rosa, cuyos romances de cartón piedra son emulados irónicamente en la relación entre los dos personajes principales. (...)

Textos sobre textos, textos dentro de textos, textos que condicionan y configuran la lectura de otros textos, y que, en última instancia, determinan el mundo de la protagonista. Dada tal metarrealidad literaria, es normal que las citas literarias abunden en El cuarto de atrás: Lewis Carroll, Bataille, Robert Louis Stevenson, Perrault (Pulgarcito), Kafka, Cervantes (La gitanilla), Edgar Allan Poe, Dashiell Hammet (El hombre delgado), Antonio Machado, Dionisio Ridruejo, Chejov, Defoe (Robinson Crusoe), Carmen Laforet o el ya citado Todorov (Introducción a la literatura fantástica) son citados, de modo explícito o implícito, en un momento u otro del texto. También se apuntan referencias a fábulas populares, como la de la hormiga y la cigarra, o cuentos clásicos (el ya citado Pulgarcito, o Barba Azul). La alusión a la propia obra anterior de Carmen Martín Gaite también está presente en El cuarto de atrás: Ritmo lento, El Balneario, Entre visillos y artículos como "Cuarto a espadas sobre coplas de postguerra" desfilan por la novela. (...) Los nexos con otras novelas, como Retahílas, son también evidentes.
En ocasiones, la cita se limita a referir el nombre del escritor (caso de Carroll, aunque sus juegos de espejos son claramente asimilados en la novela); en otras, se transcriben los textos (caso del poema de Machado, en la página 46); en otras, la referencia es soterrada (pensemos, por ejemplo, en la conversación –p. 45- sobre cartas que desaparecen y aparecen, y su relación con la literatura de misterio: la alusión a "La carta robada" de Poe es clara). La importancia de Kafka merece resaltarse en este cúmulo de influencias: Carmen Martín Gaite ha declarado en varias entrevistas la importancia de este escritor en su formación literaria, y en El cuarto de atrás le rinde un homenaje implícito al presentar (en un contexto claustrofóbico, típicamente kafkiano) una extraña "cucaracha desmesurada" (p. 28). (...)

La cultura popular de masas (en ocasiones llegando al límite de la "cultura basura" o cultura trash, como es el caso de las novelas rosa) despliega igualmente sus influencias. A las novelas rosa se añaden revistas como Lecturas, marcas publicitarias, canciones, cómics (el popular T.B.O), coplas populares, etc. (...) Además, la importancia concreta de las coplas de Concha Piquer adquiere rango estructural: es el nexo perfecto entre los sueños de la protagonista y el mundo de las novelas rosa que alimentaron su juventud, y que ceden el caldo de cultivo de amores desgarrados para ser parodiados en El cuarto de atrás. Las coplas se emplean como un contrapunto intertextual y narrativo a la propia intención de la novela. (...)

Las últimas referencias intertextuales tienen además una fuerte incidencia en el decurso narrativo, en tanto en cuanto cierran el círculo de la novela: la penúltima, una referencia a una novela negra de Dashiell Hammet, expone lo que ha constituido la trama del libro ("... indicios contradictorios, pistas falsas, sorpresa final" –p. 210-) y remata la temática de misterio; la última es una referencia a la propia novela de Martín Gaite, que reproduce las primeras líneas del texto (p. 210), reiterando así el fragmento del inicio en los últimos párrafos y disponiendo una estructura absolutamente especular (el espejo es básico en la obra) donde el contenido de la novela, inagotable en sí, como los recuerdos, es iterado ad infinitum."


domingo, 7 de febrero de 2010

El cuarto de atrás como novela de misterio

La Introducción a la literatura fantástica de T. Todorov se cita constantemente en El cuarto de atrás desde el primer capítulo.


Todorov propugna que lo fantástico puede aparecer en cualquier obra:

"La ambigüedad se mantiene hasta el final de la aventura: ¿Realidad o sueño? ¿Verdad o ilusión? De este modo nos vemos arrastrados al corazón de lo fantástico. El fantástico ocupa el tiempo de esta incertitumbre. Desde el momento que escogemos una o la otra, abandonamos lo fantástico para entrar en un género vecino, lo extraño o lo maravilloso. El fantástico es la duda experimentada por un ser que sólo conoce las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural".

"La ambigüedad es la clave de la literatura de misterio_dice el hombre de negro_ no saber si aquello que se ha visto es verdad o mentira, no saberlo nunca" (El cuarto de atrás, C. Martín Gaite).



"Hay un punto en que la literatura del misterio franquea el umbral de lo maravilloso, y a partir de allí todo es posible y verosímil; vamos por el aire como en la ficción de Lewis Carroll" (El cuarto de atrás, C. Martín Gaite).

La referencia explícita de Todorov abre el libro:


"Ahí está el libro que me hizo perder pie: Introducción a la literatura fantástica de Todorov, vaya, a buenas horas, lo estuve buscando antes no sé cuánto rato, habla de los desdoblamientos de personalidad, de la ruptura de límites entre tiempo y espacio, de la ambigüedad y la incertidumbre; es de esos libros que te espabilan y te disparan a tomar notas, cuando lo acabé, escribí en un cuaderno: "Palabra que voy a escribir una novela fantástica", supongo que se lo prometía a Todorov".

Y lo cierra, cumpliendo su propósito:

"El sitio donde tenía el libro de Todorov está ocupado ahora por un bloque de folios numerados, ciento ochenta y dos. En el primero, en mayúsculas y con rotulador negro, está escrito "El cuarto de atrás" (El cuarto de atrás, C. Martín Gaite).





Como explica MªJosé Casorrán en su Estudio crítico de El cuarto de atrás (Mira editores), "el lector, cuando termina el libro, comprende que el texto se ha escrito mientras él iba leyendo. El libro existe y la narración existe pero ¿ha ocurrido realmente lo que el el lector ha leído? ¿Recibió la revista de un personaje que parece ser su propio reflejo?".

Carmen Martín Gaite y la P.A.U. en Aragón

¿Tenéis curiosidad por saber qué preguntas han planteado en la PAU de Zaragoza en torno a la obra que estáis leyendo?


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En Septiembre de 2009 se plantearon estas dos cuestiones, una sobre El cuarto de atrás y otra de carácter más general, como viene siendo habitual:

  • El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite. Destaque y concrete con detalle la opresiva presencia de la dictadura de Franco en la vida colectiva de la España de posguerra, basándose de modo especial en las vivencias y en la memoria de la narradora (mitología franquista y sus repercusiones sociológicas, temores y miedos, etc). [1,5 puntos]
  • La novela realista de Carmen Martín Gaite y de otros novelistas contemporáneos que representaron un testimonio de la sociedad de la posguerra. [1,5 puntos]

Así se enfocó en Junio de 2008:

  • En El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite, la narradora afirma que “La isla de Bergai no viene en los mapas”. No obstante, la novela proporciona algunas notas descriptivas que sirven para que los lectores puedan localizarla. ¿Dónde se encuentra Bergai y qué significación posee para la heroína en unos determinados años de su biografía? [1,5 puntos]
  • Desarrolle las principales tendencias que se suceden en la novela posterior a la Guerra Civil. [1,5 puntos]

Por último, en Septiembre de 2006 encontramos:

  • Señale algunas de las referencias sociológicas de la posguerra presentes en la vida cotidiana de una ciudad de provincias que perviven en la memoria de la heroína y narradora de El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite [1,5 puntos]
  • Mencione los nombres de algunos novelistas de mediados del siglo XX y recuerde alguna de sus obras más importantes [1,5 puntos]

Lo que demuestra, por si teníais alguna duda, que las preguntas se enuncian de forma distinta, pero tienden bastante a repetirse.

Carmen Martín Gaite

(Procedencia de la imagen)
Carmen Martín Gaite es una representante muy significativa de un grupo de escritores que se conoce como "generación del medio siglo". Junto a Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio (con quien estuvo casada y se sepaó), Ana Mª Matute, Juan y Luis Goytisolo, Caballero Bonald,... constituye un grupo que se propuso, en una primera etapa de su obra, ser testigos de la pobreza y la falta de libertad de este país. Su relato El balneario (1954) y la novela Entre visillos (1957) pertenecen a esta etapa inicial, que se solidariza con la existencia de unas pobres gentes que no tienen apenas horizontes. Entre visillos retrata la desesperanza de unas jóvenes solteras sumidas en el ambiente claustrofóbico de su vida provinciana.

Con el tiempo, la narrativa de Martín Gaite fue abandonando esta corriente realista y se decanta hacia un relato intimista. Se trata de relatos perspectivistas en los que predomina el diálogo. El relato se hace digresivo e incorpora la reflexión sobre el arte de narrar. El género novelístico queda superado: en su lugar hallamos una mezcla de autobiografía, ficción y ensayo.
Para conocer más sobre la autora:

El misterio de la cajita dorada (Prólogo de Gustavo Martín Garzo)

El cuarto de atrás tiene en Siruela un prólogo de lujo, las palabras certeras y evocadoras de Gustavo Martín Garzo:

"El cuarto de atrás es un ensayo sobre el oficio de escribir, un libro de memorias y una novela fantástica. Pero, por encima de todo ello, es una larga conversación. Todos los libros de Carmen Martín Gaite son una conversación, pues para ella escribir nunca fue distinto a hablar.
Hablar con alguien ausente, puede que desconocido, pero, en definitiva, una conversación en toda regla. Eso es escribir, para Carmen Martín Gaite, la búsqueda de ese interlocutor providencial capaz de hacernos decir cosas insospechadas. Porque hablar no es sólo contar lo que sabemos, sino relacionarnos con lo que desconocemos. Hablar es encontrar cosas, salir al bosque y descubrir senderos nuevos, lugares misteriosos. Y eso queremos al escribir, encontrarnos con alguien que nos ayude a pensar. Escribir es hablar con el pensamiento".



La renovación narrativa: Cinco horas con Mario

Miguel Delibes, que había empezado a escribir en la primera posguerra, se va a incorporar a las nuevas tendencias con Cinco horas con Mario, largo monólogo de una mujer que dialoga imaginariamente con su marido la noche que vela su cadáver. La obra es una sátira de la mediocridad, el convencionalismo y la trivialidad de la vida burguesa en una capital de provincias. Esta novela se publica en 1966 dentro del proceso de renovación formal de la novela. Por una lado contrasta con la obra anterior de Delibes, tradicional en cuanto a la forma narrativa y por otro, refuerza la postura crítica y de denuncia, característica del novelista.


Valor fundamental de esta obra es que a través de una pequeña historia de infidelidad, de sentimiento de culpa, Delibes nos hace un maravilloso retrato de los valores morales de la sociedad franquista a través de las ideas de Carmen, sobre el sexo, el dinero, el matrimonio, la religión, la diferencia de clases.

Aunque podemos hablar de monólogo, el discurso de Carmen tiene todas las características de un diálogo, aunque, al estar el interlocutor muerto, sólo hay un hablante. Como tal diálogo se dirige constantemente al interlocutor para suplicarle, preguntarle, etc.

La novela consta de un prólogo, veintisiete capítulos numerados, que comienzan con una cita de la Biblia, que la protagonista malinterpreta y un epílogo. El espacio se ha reducido: una habitación de una casa en una ciudad provinciana de la España de posguerra y el tiempo también: veintisiete años de vida matrimonial en cinco horas.

«Y lo peor es que tu hijo viene con las mismas mañas, ya le oíste ayer, “mamá, ésos son convencionalismos estúpidos”, date cuenta, pero de malos modos, ¿eh?, menudo sofocón, media hora llorando en el baño, te lo prometo, sin poder salir. Luego dices, prefiero yo mil veces a Menchu, con toda su vagancia, que a estos jovencitos, que no sé si la Universidad o qué, pero salen todos medio rojos, sin la menor consideración, que Menchu, estudie o no, por lo menos es dócil, y mal que bien aprobará la reválida de cuarto, tenlo por seguro, y ya está bien, que una chica no debe saber más. Mario, hay que darla tiempo de ser mujer, que a fin de
cuentas es lo suyo. Después de todo, el bachillerato elemental es hoy más que el bachillerato de nuestro tiempo, Mario, dónde va, y de que pase el luto, la niña se lucirá, y como es monilla y tiene mano izquierda no le faltará un enjambre alrededor y si no al tiempo, que de algo ha de servirle la experiencia y ya me preocuparé yo de que acierte a elegir, ella es dócil y desde chiquitina no se compra un alfiler sin consultarme. Tú dirás, ya lo sé, que estrangulo su personalidad, que me pones mala, grandísimo alcornoque porque si personalidad es negarse a llevar luto por un padre o faltar al respeto a una madre, yo no quiero hijos con personalidad,
ya lo sabes, con la tuya he tenido bastante, que mis ideas no son tan malas, después de todo, y, o poco valgo, o mis ideas han de ser las de mis hijos, que hasta al insolente de Mario pienso meterlo en cintura, óyelo bien, y si quiere pensar por su cuenta, que lo gane y se vaya a pensar a otra parte, que mientras viva bajo mi techo los que de mí dependan han de pensar como yo mande. No te rías, Mario, pero una autoridad fuerte es la garantía del orden, acuérdate de la República, no es que yo me lo invente, aquí y en todas partes, y el orden hay que mantenerle por las buenas o por las malas. O se es, o no se es, que diría la pobre mamá.»


Miguel Delibes, Cinco horas con Mario


Lola Herrera interpretó el personaje de Carmen de forma magistral :



sábado, 6 de febrero de 2010

La renovación narrativa: Tiempo de silencio

En 1962 se publica Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, obra que ejerció una profunda influencia en los novelistas de la época. Éstos van a abandonar las esperanzas de que sus obras puedan tener una repercusión social directa –aunque en muchas no va a faltar la intención crítica– y centrarán sus esfuerzos en la renovación formal y en la experimentación técnica y lingüística.
Esta novela se sitúa en el Madrid de la época. El protagonista, Pedro, un médico que investiga sobre el cáncer, se ve implicado en un aborto que acaba en muerte, en un suburbio de chabolas. La policía le detiene y, al mostrarse su inocencia, sale en libertad. Poco después, sufre la venganza de un chabolista. Pedro acaba frustrado y desilusionado.
Sin embargo, no es el argumento lo esencial de esta novela sino el tratamiento que el autor le da. En este texto aunque los dos párrafos recogidos aparecen seguidos en la novela, tienen cada uno entidad propia tanto en el tema como en la forma.
El primer párrafo presenta a dos personajes (Amador y D. Pedro) contemplando el paisaje de chabolas y las reflexiones que este último se hace y en el segundo párrafo nos encontramos las reflexiones de otro personaje, Cartucho. Entre la nuevas técnicas que incorpora el autor en esta obra destaca el monólogo interior, transcripción del pensamiento de un personaje. En este caso se trata de reproducir el proceso reflexivo de Cartucho.

"Amador seguía sonriendo con sus opulentos belfos en silencio mientras D. Pedro divagaba absorto en la contemplación de las chabolas. Allí, en algún oculto orificio, inferiores al hombre y por él dominados, los ratones de la cepa cancerígena seguían consumiendo la dieta por el Muecas inventada y reproduciéndose a despecho de toda avitaminosis y de toda neurosis carcelaria. Este pequeño grumo de vida investigable hundido en aquel revuelto mar de sufrimiento pudoroso le conmovía de un modo nuevo. Le parecía que quizá su vocación no hubiera sido clara, que quizá no era solo el cáncer lo que podía hacer que los rostros se deformaran y llegaran a tomar el aspecto bestial e hinchado de los fantasmas que aparecen en nuestros sueños y de los que ingenuamente suponemos que no existen.

¿Qué se habría creído? Que yo me iba a amolar y a cargar con el crío. Ella, «que es tuyo», «que es tuyo». Y yo ya sabía que había estao con otros. Aunque fuera mío. ¿Y qué? Como si no hubiera estao con otros. Ya sabía yo que había estao con otros. Y ella, que era para mí, que era mío. Se lo tenía creído desde que le pinché al Guapo. Estaba el Guapo como si tal. Todos le tenían miedo. Yo también sin la navaja. Sabía que ella andaba conmigo y allí delante empieza a tocarla los achucháis. [...]Y luego «que es tuyo», «que es tuyo». Ya sé yo que es mío. Pero a mí qué. Me voy a amolar y a cargar con el crío. [...] ¿Qué se habrá creído? Todo porque le pinché al Guapo se lo tenía creído".
Luis Martín Santos, Tiempo de silencio

El recurso más importante que utiliza es el tratamiento irónico. Fijaos en el siguiente fragmento. Pedro llega a casa del Muecas para atender a su hija Florita, que se está desangrando. La descripción del cuarto en que se encuentra la muchacha, el médico, familiares y curiosos nos muestra, mediante distintos recursos, la miseria casi irreal en que viven los personajes del mundo de las chabolas. Martín Santos emplea en el texto un estilo ensayístico y un lenguaje científico que contrasta con la realidad. La frialdad expositiva y el lenguaje barroco, lleno de cultismos y de neologismos acentúan el dramatismo de la escena:

"En contra de la opinión de los arquitectos sanitarios suecos que últimamente prefieren construir los quirófanos en forma hexagonal o hasta redondeada (lo que facilita los desplazamientos del personal auxiliar y el transporte del material en cada instante requerido) aquel en que yacía la Florita era de forma rectangular u oblonga, un tanto achatado por uno de sus polos y con el techo artificiosamente descendente a lo largo de una de sus dimensiones. No gozaba la paciente casiparturienta de niquelada mesa o de acero inoxidada mesa con soportes de muslos para mejor obtener la posición ginecológica preferida por casi todos los artífices, sino acajonada mesa de pino gallego antes servidora del transporte de cítricos de la región valenciana y posteriormente acondicionada a la función de lecho, soporte del jergón de muelle y de las sábanas rojas de su propia sangre abundosamente huida. La lámpara escialítica sin sombra se sustituía ventajosamente con dos candiles de acetileno que emanan un aroma a pólvora y a bosque con jaurías más satisfactorio que el del éter y el bióxido de nitrógeno, consiguiendo, a pesar del temblor que la entrada de intrusos (desgraciadamente no dotados de la imprescindible mascarilla en la boca) provocaba, una iluminación suficiente. Tratándose de hembra sana de raza toledana parece superflua toda anestesia, que siempre intoxica y que hace a la paciente olvidarse de sí misma, y es en este punto en el que mejor se cumplieron los cánones modernos que hoy, por obra y gracia de la reflexología, la educación previa, los ejercicios gimnásticos relajantes de la musculatura perineal y la contracción de las mandíbulas en los momentos difíciles consiguen de vez en cuando hermosísimos ejemplos de grito sin dolor. Más inculta la muchacha rugía con palabras destempladas (en lugar de con finos ayes carentes de sentido escatológico) que contribuían a quitar la necesaria serenidad a los múltiples asistentes al acto. Estos podían ser clasificados, según diversos criterios, en «familiares y no familiares», «peritos en abortos provocados e imperitos en el mismo arte», «vecinos provenientes de la plana toledana e inmigrantes de otras regiones de la España árida», «gentes aptas para el consejo moral y cínicos que comprendían que así es la vida», «mujeres que unía una oscura solidaridad y hombres que unía una furtiva esperanza de llegar a ver los pechos de la paciente» y, finalmente, para concluir esta ordenación dicotómica, «sabedores de que el padre de Florita estaba en trance de llegar a ser padreabuelo y simples sospechadores de la misma casievidente verdad».

Novela de realismo social: El Jarama


El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, fue un hito del realismo social al encarnar de forma clara el objetivismo, testimonio escueto de la realidad, sin aparente intervención del autor. La mirada del novelista suele asemejarse a la de una cámara cinematográfica y los diálogos parecen grabados directamente de la realidad.

Uno de los logros más destacados de la novela social y muy especialmente de El Jarama es su habilidad para recoger el habla viva de la conversación cotidiana. En nuestro texto esto es evidente.


"Los otros iban llegando a la venta. El de la camiseta a rayas iba el primero y tomaba el camino a la derecha.
Una chica se había pasado.
–¡Por aquí, Luci! –le gritaba–¡. ¡Donde yo estoy! ¡Aquello, mira, allí es!
La chica giró la bici y se metió al camino, con los otros.
–¿Dónde tiene el jardín?
–Esa tapia de atrás, ¿no lo ves?, que asoman un poquito los árboles por cima.
Llegaba todo el grupo; se detenían ante la puerta.
–¡Ah; está bien esto!
–Mely siempre la última, ¿te fijas?
Uno miró la fachada y leía:
–¡Se admiten meriendas!
–¡Y qué vasazo de agua me voy a meter ahora mismo! Como una catedral.
–¡Yo de vino!
–¿A estas horas? ¡Temprano!
Entraban.
–Cuidado niña, el escalón.
–Ya, gracias.
–¿Dónde dejamos las bicis?
–Ahí fuera de momento; ahora nos lo dirán.
–No había venido nunca a este sitio.
–Pues yo sí, varias veces.
–¡Buenos días!
–Ole buenos días.
–Fernando, ayúdame, haz el favor, que se me engancha la falda.
–Aquí hace ya más fresquito.
–Sí, se respira por lo menos.
–De su cara sí que me acuerdo.
–¿Qué tal, cómo está usted?
–Pues ya lo ven; esperándolos. Ya me extrañaba a mí no verles el pelo este verano".


Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama

Novela del realismo social: La colmena

La colmena, obra de Camilo José Cela publicada en 1951, es para muchos críticos la obra precursora de la novela social, corriente que constituirá lo más característico del género hasta 1962, fecha de Tiempo de silencio de Martín-Santos.


Esta novela presenta el ir y venir de personajes que tejen el duro vivir colectivo del Madrid de posguerra en poco más de dos días. La obra se estructura en seis capítulos y un «Final» y cada capítulo está integrado por una serie de «secuencias» de longitud variable que se suelen centrar en un personaje.


Junto a la significación social, La colmena tiene también un alcance existencial, pues refleja una desconsolada visión del mundo y de la vida, como puedes apreciar en este fragmento:


"Doña Margot, con los ojos abiertos, dormía el sueño de los justos en el depósito, sobre el frío mármol de una de las mesas. Los muertos del depósito no parecen personas muertas, parecen peleles asesinados, máscaras a las que se les acabó la cuerda.
Es más triste un títere degollado que un hombre muerto.


La señorita Elvira se despierta pronto, pero no madruga. A la señorita Elvira le gusta estarse en la cama, muy tapada, pensando en sus cosas, o leyendo Los misterios de París, sacando sólo un poco las manos para sujetar el grueso, el mugriento, el desportillado volumen.
La mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano por los corazones de los hombres y de las mujeres de la ciudad; golpeando, casi con mimo, sobre los mirares recién despiertos, esos mirares que jamás descubren horizontes nuevos, paisajes nuevos, nuevas decoraciones.
La mañana, esa mañana eternamente repetida juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena.
¡Que Dios nos coja confesados!"

Camilo José Cela, La colmena

Se ha considerado La colmena el eslabón entre lo existencial y lo social. De ella Soberano dijo: «Tres notas estructurales de La colmena pasaron pronto a la novela social de 1950 en adelante: la concentración del tiempo, la reducción del espacio, la protagonización colectiva». Es una de las primeras novelas españolas que se enfrenta a la realidad española con intención de denunciarla.





martes, 2 de febrero de 2010

Novela existencialista: Nada

Nada fue la primera novela de su entonces jovencísima autora (22 años), que recibió con ella el premio Nadal. Esta obra obtuvo una gran repercusión en la sociedad literaria española de la posguerra y consiguió gran éxito. Uno de los miembros del jurado que la eligió ganadora afirmaría después: «No solamente era una gran libro, capaz de ser ávidamente devorado por su condición intrínseca de relato apasionante. Era, además, y sobre todo, un libro oportuno, de una oportunidad asombrosa».

Nada es la historia de Andrea, una joven que va a estudiar a Barcelona y se encuentra dentro de la familia que la acoge con todo un mundo sórdido y mezquino. Ella llega cargada de ilusiones, pero poco a poco las va perdiendo. Un tono pesimista y desencantado surca la novela y preside el proceso de maduración de la protagonista.


Te propongo la lectura del siguiente fragmento, que da la clave de interpretación del título de la novela (en negrita):

"No quise pensar más en lo que me rodeaba y me metí en la cama. La carta de Ena me había abierto, y esta vez de una manera real, los horizontes de la salvación.
«... Hay un trabajo para ti en el despacho de mi padre, Andrea. Te permitirá vivir independiente y además asistir a las clases de la Universidad. Por el momento vivirás en casa, pero luego podrás escoger a tu gusto tu domicilio, ya no se trata de secuestrarte. Mamá está muy animada preparando tu habitación. Yo no duermo de alegría.»
Era una carta larguísima en la que me contaba todas sus preocupaciones y esperanzas. Me decía que Jaime también iba a vivir aquel invierno en Madrid. Que había decidido, al fin, terminar la carrera y que luego se casarían.
No me podía dormir. Encontraba idiota sentir otra vez aquella ansiosa expectación que un año antes, en el pueblo, me hacía saltar de la cama cada media hora, temiendo perder el tren de las seis, y no podía evitarla.
No tenía ahora las mismas ilusiones, pero aquella partida me emocionaba como una iberación. El padre de Ena, que había venido a Barcelona por unos días, a la mañana siguiente me vendría a recoger para que le acompañara en su viaje de vuelta a Madrid. Haríamos el viaje en su automóvil.
Estaba ya vestida cuando el chófer llamó discretamente a la puerta. La casa entera parecía silenciosa y dormida bajo la luz grisácea que entraba por los balcones. No me atreví a asomarme al cuarto de la abuela. No quería despertarla.
Bajé las escaleras despacio. Sentía una viva emoción. Recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con que las había subido por primera vez. Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así lo creía yo entonces.De pie, al lado del largo automóvil negro, me esperaba el padre de Ena. Me tendió las manos en una bienvenida cordial. Se volvió al chófer para recomendarle no sé qué encargos. Luego me dijo:
–Comeremos en Zaragoza, pero antes tendremos un buen desayuno –se sonrió ampliamente–; le gustará el viaje, Andrea. Ya verá usted...
El aire de la mañana estimulaba. El suelo aparecía mojado con el rocío de la noche. Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa donde había vivido un año. Los primeros rayos del sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle de Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí".



Carmen Laforet, Nada
El blog Materiales de lengua ha realizado un excelente trabajo sobre esta obra. La procedencia de la imagen es de allí.
La lectura de esta obra sigue siendo muy recomendable. ¿Quién se anima?

Lee más fragmentos.

Novela tremendista: La familia de Pascual Duarte

El ambiente de desorientación cultural de la inmediata posguerra va a ser muy evidente en el género novelístico. En este panorama, sin embargo, destacan obras como La familia de Pascual Duarte (1942) de Cela.
La familia de Pascual Duarte refleja una visión agria de realidades míseras y brutales, e inaugura una corriente que se llamó tremendismo por llevar a cabo una selección de los aspectos más duros de la realidad. Pascual Duarte es un campesino extremeño, en la cárcel, condenado a muerte, que escribe su vida. Una infancia sórdida, unos padres monstruosos, una hermana que se prostituye, un hermanito anormal que se ahoga en una tinaja de aceite... son algunas de las truculencias que conducen a la terrible escena final en que el protagonista mata a su madre, a la que considera culpable de todas sus desgracias.

El comienzo de la novela enlaza con la tradición de la novela picaresca:

"Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya. Nací hace ya muchos años –lo menos cincuenta y cinco– en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días –de una lisura y una largura como usted, para su bien, no puede ni figurarse– de un condenado a muerte...".
Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte


Lee más fragmentos.